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viernes, 17 de abril de 2009

Ecosistema antártico sin precedentes

La vida, su prodigiosa habilidad adaptativa, su increíble poder de supervivencia, nos ha vuelto a dar otra lección: en esta ocasión sus agentes son un conjunto de bacterias capaces de proliferar en el agua helada, sin luz ni oxígeno y alimentándose con hierro y azufre, vale decir, en condiciones consideradas demasiado hostiles para cualquier forma de vida. El curioso ecosistema se esconde debajo de un glaciar antártico, y lo forman los descendientes de antiguos organismos que habrían existido hace un millón y medios de años, explican sus descubridores en la revista Science.



Estas reliquias vivientes de tiempos remotos viven agazapadas en un estanque situado en las cercanías de Blood Falls (Cascadas de sangre, en inglés), una corriente teñida de un rojo sanguíneo que mana de las grietas del glaciar Taylor. Los exploradores las detectaron en una muestra de agua tan cargada de sal, que impide su congelación. Al parecer, esa salmuera rojiza procede de un reservorio escondido debajo de 400 metros de hielo.
El análisis genético de los extraños seres reveló un linaje similar al de otros microorganismos más conocidos que habitan en los océanos plenos de luz y nutrientes. Tal parentesco avala la hipótesis de que se trataría de parientes de poblaciones microbianas de mayor tamaño, que moraban en los fiordos de esa región antártica, hasta que el avance del glaciar las sepultó. Los microbios, faltos de luz, no pudieron alimentarse mediante el habitual proceso de fotosíntesis, por lo que aprendieron a nutrirse del hierro desprendido del fondo rocoso con la ayuda de un catalizador de azufre, liberando óxidos que explicarían la peculiar coloración de las cascadas.


Tales cualidades hacen de ellos unos dignos miembros del club de los extremófilos, esas bizarras criaturas que deben su nombre a su capacidad para sobrevivir en los entornos más extremos (volcanes, géiseres, abismos oceánicos, etc.). ¡Y vaya si el suyo es extremo! Los Dry Valleys, en donde se localiza el glaciar Taylor son territorios desérticos en donde no se atreven animales ni plantas. De ahí el valor del hallazgo de los científicos estadounidenses: con él la biología ha traspasado una frontera hasta ahora nunca hollada: los ecosistemas ocultos bajo los glaciares polares.
Su aislamiento de un millón y medio de años hace de esta charca salina "una especie de cápsula del tiempo de un periodo de la historia de la Tierra", afirma entusiasmada Jill Mikucki, una de las autoras del texto publicado en Science. "No conozco ningún ambiente similar en la Tierra", comenta la investigadora del Instituto de Estudios Antárticos del Dickey Center for Internacional Understanding (Darmouth, EEUU). A su modo de ver, ese ecosistema posee "el potencial para ser un moderno análogo de la geoquímica y la biogeoquímica de hace millones de años".
El descubrimiento traerá cola. No sólo porque enriquecerá el conocimiento de la biosfera actual, sino también el de las condiciones biológicas en el pasado más distante, en especial del periodo denominado "Bola de Nieve", cuando, hace 600 millones de años, una capa de profundos glaciares cubría la mayor parte de la superficie terrestre; e incluso promete anticipar las eventuales formas de vida que podrían existir en otros planetas, especialmente en medios ultragélidos como los casquetes polares marcianos o los océanos helados de Europa, una de las lunas de Júpiter.

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