La recogida selectiva de los residuos domésticos e industriales ha logrado que, desde el punto de vista del consumidor, no suponga ningún esfuerzo reciclar todo tipo de papel, desde periódicos hasta documentos administrativos. Más de la mitad del papel que se utiliza en Estados Unidos se envía en la actualidad a los diversos centros de reciclaje. Pero ¿qué sucede cuando, tras recoger el papel usado de los contenedores, esos enormes camiones desaparecen de nuestra vista?
En la fábrica papelera, los fardos de papel se cargan en una cinta transportadora que los vierte en una gran cuba llamada desintegrador (pulper). En su interior, el agua y varios productos químicos disgregan el material en pequeñas tiras de celulosa, que son las fibras vegetales que componen el papel. La pasta resultante, denominada pulpa, pasa a la fase de tamizado, donde la mezcla acuosa discurre a través de una serie de depuradoras destinadas a separar los restos de cola y otros contaminantes.
A continuación, la pulpa recibe una limpieza a fondo en unos grandes tubos giratorios en forma de cono, que hacen que los elementos más pesados (como, por ejemplo, las grapas) sean impulsadas hacia los laterales y expulsados, mientras que los contaminantes más ligeros se acumulan en el centro para su separación.
La pulpa se vierte luego en un centro de destintado. En las fábricas papeleras suelen utilizarse un proceso que costa de dos etapas. En la primera, la pulpa se somete a un lavado con jabón para desprender los restos más pequeños de tinta. En la segunda etapa, llamada destintado por flotación, se eliminan las sustancias pegajosas, como las colas y adhesivos.
El proceso se lleva a cabo en una gran tina llamada celda de flotación, en cuyo interior la pulpa se mezcla con pequeñas burbujas de aire y unos reactivos detergentes denominados surfactantes. Éstos desprenden las sustancias engomadas del papel, y las burbujas de aire las arrastran a la superficie del líquido espumoso, donde unas grandes redes retiran el residuo así formado. Es mucha la materia residual: tinta, colas y fibras demasiado pequeñas para ser reutilizadas componen casi una tercera parte del papel que se envía a reciclar.
En la siguiente etapa, llamada refinado, se bate la mezcla de la pasta hasta convertirla en el material de partida para elaborar el papel. Unas grandes batidoras disgregan la celulosa en tiras finas e individuales. El proceso hace que las fibras se hinchen, alcanzando una textura ideal para la elaboración de papel. Los productos químicos extraen los tintes de la pulpa y, si se desea, ésta puede blanquearse con peróxido de hidrógeno y lejía. La pulpa limpia y blanqueada está ya preparada para convertirse el papel.
La pulpa, a la que pueden añadirse fibras de celulosa nuevas (llamadas fibra virgen) o utilizarse tal cual, se mezcla con agua hasta una proporción de 99,5% de agua y se inyecta a la maquinaria de fabricación de papel. La primera parada es en la cabeza de máquina, una gigantesca caja de metal que contiene un dosificador por donde sale rociada la mezcla líquida, y se deposita en una ancha tela de malla situada sobre una cinta transportadora en movimiento.
Mientras el agua gotea a través de la malla y la pulpa se seca, las fibras de celulosa comienzan a unirse para formar una hoja. Unos rodillos recubiertos de fieltro escurren el agua de la hoja (llamada tela) a medida que pasa. Esta tela circula a través de unos rodillos calientes de metal que la secan. La tela puede hacerse pasar también por diferentes baños adicionales para elaborar papel satinado. El papel resultante se enrolla en forma de un gigantesco rollo de
En la actualidad, aunque hay muchas editoriales que siguen prefiriendo confiar en la fibra virgen, el papel reciclado encuentra salida para la composición de cada vez más libros y publicaciones periódicas de todo tipo. Según estadísticas de la industria papelera de Estados Unidos, de
El producto obtenido del reciclado del papel es de una calidad similar o ligeramente inferior a la del original. La fibra reciclada puede utilizarse también en muchos otros productos tan dispares como, por ejemplo, aislantes de paredes y arena higiénica para gatos.
Aunque todo tiene su límite, el papel puede reciclarse una y otra vez: las fibras de celulosa se pueden procesar hasta siete veces antes de que se gasten del todo. Ciertamente, no es la sostenibilidad definitiva, pero sin duda se le acerca bastante.
Papel reciclado no es lo mismo que papel ecológico. En la elaboración de papel ecológico no se usan sustancias químicas, sino biodegradables. Además, el blanqueo de la pasta de papel se lleva a cabo sin utilizar agentes blanqueantes clorados (cloro) u ópticos, las cuales se sustituyen con óxigeno o sus derivados, y se denominan TCF (totalmente libres de cloro), o con dióxido de cloro, en cuyo caso se identifican como ECF (libres de cloro elemental).